Despues de un par de meses de estar viendo blogs, videos y cuánto material se me pasara por delante; comparando marcas, empapandome en temas de impermeabilidad y otro montón de especificaciones técnicas de las cuales ignoraba su existencia e importancia. Después empezar a hacer presupuestos, consultar el bolsillo, bajar la expectativa y buscar el equivalente chino, subir la expectativa y buscar especificaciones más altas, visitar tiendas, consultar mercado libre, Aliexpress y quién sabe cuántas páginas de chucherías más; después de reunirse con la familia y dar explicaciones, acomodar excusas; después de perder el miedo, la vergüenza y cambiar los ahorros por dólares.... Después de todo, llegó el día cero.
Era fin de julio, se acercaba la posesión presidencial y como novedad el candidato elegido no era de la línea de la clase dominante del país. En redes sociales se dispersaba el rumor de un posible golpe de estado. Manifesté mi preocupación a ella, mi compañera de viaje, ante un posible cierre fronterizo y estallido social del cuál Colombia entera había salido hace pocos meses. Así que entre los dos acordamos acelerar la partida y aproximarnos estrechamente a la frontera sur del pais por medio de los buses que cubren la ruta entre Bogotá y las fronteras con el vecino sureño, Ecuador.
Así que tomamos nuestro equipo en unas cajas viejas y rotas, una noche antes habiamos alquilado una habitación en un hotel cercano al terminal de transporte, y dejamos todo allí, era nuestra guarida, nuestro punto de encuentro, el génesis de nuestro sueño. Después partimos sin dejar nada listo y quedamos de vernos en ese punto al otro día en horas de la tarde.
Nos levantamos temprano, el adiós aparte de sorpresivo para la familia, fue escenario de lágrimas, buenos deseos y un apurado desayuno que no les dió tiempo de reaccionar, se mostraban desconcertados, pues la información que tenían era limitada, sabían que mi mujer y yo partimos de Colombia a Argentina, pero no teníamos maletas, salimos de casa con lo puesto, hasta ahí casi nadie sabía que la travesía se iba a hacer en bicicleta... Menti a algunas preguntas que atinaron a hacer durante la repentina despedida, obviamente tampoco sabían de la guarida, me cambié de calzado, opte por mis zapatillas más comodas y me fui sin mirar atrás.
Recuerdo que camine varios kilómetros, atendí un par de temas logísticos y tome transporte hacia nuestro escondite, era medio día y debía agilizar el empaque de nuestras bicis, llegué al escondite secreto armado de cinta, bolsas negras, papel de embalaje y un manojo de nervios del cuál no me podía deshacer. La adrenalina estaba al maximo, literalmente sentía miedo, me temblaban las piernas, mis movimientos eran torpes y los pensamientos se me fugaban... Las horas pasaban y ella no llegaba ni contestaba su teléfono, aclaro que ella la tenía más difícil, pues debía delegar una gran responsabilidad sin que los elegidos tuviesen idea del premio del cuál se habían hecho acreedores.
Creo que por cada caja sellada hice un par de llamadas, estaba desesperado y ella no daba muestras de su existencia, me pregunte muchas veces si se habia arrepentido, y en un par de ocasiones llegué a creerlo, yo estaba ansioso, pues tenía información que el último bus de Bogotá a Ipiales saldría a eso de las 5 pm.... Hora en la que aproximadamente ella arrivo al hotel.
Nos vimos, no hubo tiempo de saludarnos, un abrazo y un beso permutaron las palabras que parecian necesarias, la tome de la mano, la lleve rápidamente a la habitación y le enseñe mi avance. Mientras ella terminaba yo corrí a buscar un vehículo que me aproximara al punto de partida del bus... Tarea en la que fracase, pues nadie me quiso prestar el servicio. Intenté una y otra vez solicitando el servicio a través del ramillete de apps de transporte que están habilitadas en Bogotá, pero la nota "dos bicicletas y unas maletas" parecian opacar la oferta económica nada despreciable que ofrecimos e incrementamos durante múltiples ocasiones.
De repente hubo una luz de esperanza, un conductor acepto nuestra oferta, la emoción obtuvo picos tan altos como los que esperábamos escalar durante nuestro camino... Pero este repentino sentimiento se desplomó cuando frente al hotel se estacionó un pequeño y desajustado taxi, espíe el número de matrícula y coincidió con el que mostraba mi teléfono, era el. "¿Y como carajos vamos a meter todo esto en ese tiesto?", exclamé yo. Animado se bajó el conductor, se tomó la cabeza entre manos al ver la carga, pero decidido después de saludar se dispuso a abrir puertas y baúl asegurando que todo cabía, no pensaba más que en los $20.000 pesos que le íbamos a pagar por llevarnos apenas unas pocas cuadras.
No sé cómo hicimos, pero el equipaje del cuál miles kilómetros adelante los ayudantes de buses con enormes bodegas renegaban, entre este hombre de aspecto curioso y nosotros acomodamos todo al mejor estilo de un "tetris". Con ella sobre mis piernas y un evidente exceso de carga, evadimos un control policial y llegamos a la terminal, eran las 6:30 pm, el último bus a Ipiales ya había partido.
Busque alternativas y al preguntar en varias ventanillas, algun funcionario me indico que era posible llegar al Ecuador por el Putumayo, zona que por muchos años presento problemas de orden público y del cuál tenía referencias de alta inseguridad por la presencia de grupos armados al margen de la ley, en contrapeso también sabía que después de los tratados de paz dados en la administración anterior la situación había mejorado progresivamente; El próximo bus salía además el valor del tiquete era apenas una fracción de lo que teníamos pensado gastar, así que sin analizar mucho las cosas compramos los dos pasajes y unos minutos más tarde estaríamos a bordo del bus, sentados cómodamente sobre la bodega que guardaba lo que serían nuestras únicas pertenencias en adelante, dispuestos a descubrir y explorar lejanas tierras un pedalazo a la vez.
También nos pueden contactar vía WhatsApp al ±573244061107 dónde si no encuentran la información que requieren los podemos guiar en su recorrido.
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